Para siempre, Carles Capdevila

Para siempre, Carles Capdevila

A nuestra generación se nos educó para obedecer, porque la obediencia organiza los sistemas en esta sociedad. Tuvimos que obedecer a maestros, monjas y curas mediocres, para los que la generación de 1965, 1966, 1967 fuimos una cruz en cada clase.

Nosotros cuestionábamos el mundo, las normas, queríamos saber “el por qué” de las cosas, no hacerlas simplemente por hacer. Nos echaban de clase cada dos por tres, nadie sabía qué hacer con nosotros. Gracias a dios eran otros tiempos, porque hoy estaríamos todos medicados para el TDA.

Nos llevábamos ostias, si señores, en aquel tiempo los maestros, monjas o curas mediocres, podían darte una bofetada en clase por hacer una pregunta incómoda. Luego llegabas a casa y recibías la otra ostia de tu padre “porque si el maestro lo dice es que algo habrás hecho”.

Aprendimos a poner una cara para sobrevivir en el sistema -que piensen que voy a ser otro soldado obediente y miedoso- y en secreto leíamos libros no recomendados y escribíamos diarios para intentar comprender el mundo, además de otras hierbas.

La mayoría de nosotros, años después nos decantamos por el periodismo y por contar historias llenas de un fino cinismo -cómo hubiésemos sobrevivido a esa infancia sino- pero sin perder un gramo de ingenuidad, frescura y de amor por la vida.

La mayoría nos fuimos a vivir a Manhattan, porque desde aquí era como el paraíso de la libertad de expresión, del triunfo de las ideas, de la apreciación del talento creativo que todos teníamos a base de cuestionarnos las injusticias, los veranos eternos con los amigos, el aburrimiento que nos condujo a imaginar que otro mundo es posible.

Cuando pienso en ti Carles, es como si fueras ese primo malote y gracioso que todas hemos tenido…. ¡Ojalá lo hubieses sido! Pero, por otro lado, si ayer viernes, al conocer la noticia de tu partida, me pasé el día visitando pacientes con un nudo en la garganta -se supone que vienen a la consulta para que yo les ayude a tener más energía vital- y no eres ni mi primo, ni mi pariente lejano, no quiero imaginar la de lágrimas derramadas si te conociera y que ahora me caen mientras te escribo.

En estos días miles de personas están diciendo lo mismo. Te has hecho querer en un momento donde las voces de la verdad hacen falta. En un momento donde los padres, como nosotros, asistimos perplejos al dilema de educar con ternura y al mismo tiempo con disciplina y límites. Nos sorprendemos en la mesa hablando como nuestra madre o nuestro padre y antes de acostarnos nos miramos al espejo con la misma perplejidad que teníamos en nuestra infancia, cuando pensábamos “yo no puedo ser hija de esta gente, fijo que soy adoptada”.

Queridísimo Carles, los que no te conocimos en persona podemos volver a ver en bucle tus videos, tus conferencias, releer tus libros… ojalá hubieses vivido más tiempo, porque la combinación de la lucidez que da la enfermedad y los años, hubiera sido digna de verse ¡cómo te hubiésemos disfrutado!

Para tu gente, el vacío que deja tu ausencia, tu ternura cercana, tu ironía ante el desastre inminente y tu amor, será durísimo, nadie hubiese querido vivir sin ti, ni se le hubiese ocurrido que la vida iba a mostrar su lado más cruel en tu mejor momento.

Que desconcertante es la vida, te vas en lo mejor y yo te voy a echar de menos como si nos quisiéramos.

Hasta siempre, no dejes de escribir, tarde o temprano todos nos vamos a ir al otro barrio y espero leerte para ponerme al día de cómo corcho es el más allá.

Con amor, Roser

Pd.- Disculpa que avui escrigui en Castellá, ja saps que la llengua materna surt directament del cor quan estás indignat amb la vida, i avui es un d’aquests dies… joder con el cáncer.

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